Pablo y Florencia* son un matrimonio de doctores uruguayos. Cuando la pandemia de covid-19 llegó al país a mediados de marzo, sabían que tendrían más trabajo, sobre todo él, que es médico de emergencia e internista
Lo que no sabían es que también pasarían a hacer horas extra como maestros auxiliares de sus hijos.
Desde hace casi dos meses que, ante la suspensión de clases por parte del gobierno uruguayo, las escuelas de sus hijos de 3 y 7 años implementaron clases a distancia, que todavía mantienen.
“Inicialmente fue a través de una plataforma por la cual los maestros suben actividades y tareas”, explica Pablo a BBC Mundo. “Uno tiene que realizarlas con ellos y luego hacer la devolución, escaneando, sacando fotos o filmando el proceso, y subiendo todo de vuelta a la plataforma”.
Luego, se sumaron las videoconferencias por Zoom dos y tres días a la semana para el hijo menor y mayor respectivamente.
“Estamos hablando de 2 o 3 horas de acompañamiento escolar diario, sumado a los momentos en que están en Zoom“, calcula.
Antes de la llegada del nuevo coronavirus, Pablo y Florencia se limitaban a ayudar a sus hijos con las tareas domiciliarias.
“Ahora no: ahora tenemos que hacer todo”, dice él. “Si uno sigue con la vida normal, los gurises (niños) no pueden estar al día con la agenda curricular. Es imposible”.
Los hijos de Pablo y Florencia son apenas dos de los más de 1.200 millones de estudiantes que no pueden asistir a clases por la pandemia, según datos de Unesco al 12 de mayo.
Pero no todos están bajo las mismas condiciones.
En palabras de Luis Felipe López-Calva, director regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para América Latina y el Caribe: “Cuando los niños dejan de ir a la escuela, el efecto par (la influencia de los compañeros) pierde preponderancia, mientras que el efecto padres gana“.
El nuevo rol de los padres
“La educación está ocurriendo ahora en el hogar, con mayor o menor apoyo de la tecnología y del colegio, dependiendo del contexto”, dice a BBC Mundo el economista Pedro Cerdan, quien gerencia los proyectos de educación del Banco Mundial en Colombia.
“Así que los padres juegan un rol fundamental en que esos aprendizajes se den“, explica.
Desafortunadamente, es poco lo que se sabe sobre cómo se están ajustando los hogares a la situación, afirma. Lo que es seguro es que no todos tienen las mismas posibilidades.
“Dado el énfasis en la tecnología como respuesta, las familias con mayores recursos, quienes cuentan con mejor conectividad, computadora, espacio para estudiar y padres educados, seguramente tendrán el reto de hacerle seguimiento a sus hijos, asegurar que se conectan a sus clases virtuales, encontrar el tiempo para ayudar en las tareas o aprender algo de pedagogía”, afirma.
López-Calva está de acuerdo: “Ese rol lógicamente se ve determinado por el tiempo disponible que tienen los padres, sus capacidades y la prioridad que le dan a la inversión en capital humano en distintas familias”, dice a BBC Mundo.
Pero aclara que “en el contexto de alta desigualdad que existe en la región, tener el tiempo y la motivación para asumir responsabilidades de educación es un lujo que no todos los padres pueden darse“.
Pablo y Florencia tienen muy claro que el “efecto padres” es real.
“La coordinación familiar obviamente está híper alterada porque lleva muchas horas y tenemos que mantener nuestras actividades laborales”, explica Pablo.
“Pero tenemos la suerte de ser universitarios y de haber vivido muchas experiencias pedagógicas, además de que nosotros mismos tenemos roles docentes como médicos”, agrega.
Es así que en estos meses han ido aprendiendo cuál es la mejor forma de enseñarles a sus hijos ciertos conceptos (“con diferentes herramientas más lógicas o más visuales, por ejemplo”) o incluso cuándo es mejor suspender la actividad y retomarla más tarde o al día siguiente.
“Eso también ha sido todo un aprendizaje“, dice.
Aún así, reconoce: “Nos ha resultado muy difícil que los niños entiendan o nosotros hacerles entender que llegó la hora de ponerse a hacer una tarea o de conectarse al Zoom. Nos cuesta que hagan el clic y se concentren, por más que les tengamos un ambiente preparado con un escritorio”.
Educación e ingresos
“Sabemos que el nivel educativo de los padres es un factor determinante en la educación de los hijos. En algunos países la correlación es altísima”, dice Cerdan.
El economista explica que los distintos factores que influyen en este fenómeno muy presente en América Latina pueden dividirse en tres.
“Parte de este efecto se da por la condición socioeconómica del hogar: padres educados cuentan con mayor nivel de ingresos y por tanto tienen acceso a mejores colegios, más apoyo, etc.”, enumera.
“Otro efecto -sigue- es la importancia que se le da a la educación en el hogar o el involucramiento de los padres en la escuela. Y el tercero es el apoyo directo al proceso de aprendizaje”.
López-Calva, por su parte, agrega que “a este fenómeno se le llama transmisión intergeneracional del capital humano y está demostrado que su nivel es particularmente alto en América Latina y el Caribe“.
Los números hablan por sí solos.
“Le doy un dato interesante de Colombia, que es donde estoy mirando el tema en profundidad”, dice Cerdan.
“Entre los padres sin conectividad ni acceso a un dispositivo para conectarse a clases virtuales, menos de la mitad cuenta con un miembro del hogar con educación secundaria y solamente el 12% tiene educación media”.
En un análisis sobre el tema recientemente publicado por López-Calva en su blog institucional Graph for Thought, destaca otros casos particulares de América Latina y el Caribe.
“En República Dominicana, por ejemplo, aquellos estudiantes del segmento más rico tienen el doble de probabilidades de tener acceso a un escritorio que los del segmento más pobre”, escribe el director regional del PNUD.
“En México tienen el doble de probabilidades de tener una computadora; y en Panamá, mientras que virtualmente todos los niños del grupo de ingresos más altos tienen acceso a internet, solo el 40% de los del grupo más pobre tienen”, continúa.
En base a datos de las pruebas PISA de 2018 con estudiantes de 15 años para los países disponibles de la región, López-Calva logra dar una imagen más general.
“Los datos muestran que, en los hogares de ingresos más pobres de cada país, entre el 10 y el 40% de las madres tienen educación universitaria, mientras que en los más ricos la cifra es de al menos el 50%“, detalla.
Mayor inequidad
Los especialistas consultados coinciden en que la cuarentena y cierre de centros educativos impuesto en casi todos los países de la región, aunque es necesaria desde el punto de vista sanitario, va a generar una mayor inequidad.
López-Calva explica a BBC Mundo: “Si los resultados académicos de un estudiante se vuelven aún más dependientes de las habilidades de sus padres durante el cierre de escuelas, entonces estudiantes similares cuyos padres tienen niveles educativos diferentes, tendrán probablemente resultados diferentes”.
Las diferencias educativas que ya marcan el capital físico (conectividad, disponibilidad de computadoras) y el capital humano (educación de los padres) en el hogar, podrían ser aún mayores para los niños de esta generación covid-19.
De acuerdo al análisis del director regional del PNUD, estos desempeñarán “un papel aún mayor en perpetuar las desigualdades futuras, no solo reduciendo la acumulación de capital humano de los niños en el presente, sino también impactando sus resultados de largo plazo en el mercado laboral”.
Sin embargo, el “efecto padres” no tiene por qué ser una sentencia para el presente y futuro de los niños.
Según López-Calva, “la idea es que quien sea el padre o madre, no se convierta en un determinante para efectos de acumulación de capital humano“.
“Sin cuarentena esto significa darle un rol preponderante a las escuelas, asegurando calidad alta y homogénea entre colegios”, explica.
“Con cuarentena -agrega-, esto significa sustituir a los colegios con mecanismos que no conlleven barreras de acceso vinculadas al ingreso de los hogares”.
Los especialistas coinciden que la radio y la televisión, ampliamente presentes en los hogares latinoamericanos de todas las clases sociales, pueden ser útiles para educar de forma remota.
Cerdan, además, agrega la importancia de los docentes a pesar de la distancia.
“Son ellos los que conocen mejor las condiciones de sus alumnos, además de su conectividad. Son ellos los que pueden organizar ese seguimiento diferenciado y los que ya están respondiendo creativamente a este gran reto, con grupos de WhatsApp o Facebook, o con distintos usos de materiales y juegos”, explica.
Y aclara: “Es importante recalcar que el rol de los padres, incluso en cuarentena, no es dar contenido a los hijos“.
“En general, el rol principal debería ser interiorizar y transmitir la importancia del aprendizaje a sus hijos, motivarlos y acompañarlos en el proceso, incluyendo apoyo emocional”, señala.
En palabras de Pablo: “Como padres, tenemos la posibilidad de hacernos cargo de este aspecto de las vidas de nuestros hijos y que ellos encuentren en nosotros la normalidad que perdieron al no poder ir a la escuela. Pero nunca vamos a poder suplir a un maestro o profesor“.
Con información de BBC News