Embarazos: Siempre hay una esperanza

El Fondo de la Población de las Naciones Unidas tiene registrado que en México cada año 450 mil mujeres menores de 20 años son madres, esto equivale a 6.1 por ciento del total de los nacimientos que ocurren en el país y el 60 por ciento de estas mujeres no han terminado su educación escolar.

Esmeralda tiene 14 años y hace siete meses dio a luz a una niña. No terminó la primaria pero después del nacimiento de su hija desea continuar sus estudios y poder ayudar a su pareja con quien vive. Su mayor deseo es tener un hogar para no vivir ni con sus padres o su suegra. A pesar de su corta edad, la jovencita se embarazó porque ella ni su esposo Juan, conocían ningún método de planificación. Ella vivía en una región muy alejada del ciudad de Cancún, no terminó la primaria antes de los 14 por falta de recursos económicos, así que dejó la escuela y empezó a trabajar en una cocina económica, ahí conoció a su ahora pareja. Historias como estas se escuchan diariamente en todo nuestro país, Quintana Roo no es la excepción, hasta parece la regla.

En los últimos diez años el embarazo en las adolescentes se ha incrementado y ello significa un problema de salud pública; este fenómeno social se considera desde el punto de vista médico y social como una situación de riesgo para la salud y el desarrollo personal de la madre, su hijo o hija y su pareja, y no lo dice cualquier persona, es un concepto que se encuentra en la Gaceta Médica del País. Y, ¿qué pasa en una cuidad tan glamorosa como Cancún? Los últimos registros que tienen las dependencias y organizaciones que ayudan a estas menores en el municipio de Benito Juárez son de 500 embarazos al año en adolescentes entre los 12 y 19 años, la gran mayoría de estas mujeres son de escasos recursos y tienen una familia desintegrada.

La psicóloga Karla García Saldaña quien trata a menores embarazadas, señala que la mayoría de madres adolescentes en Cancún son de bajos recursos, por lo general provienen de familias desintegradas y al vivir en zonas muy alejadas carecen de información para prevenir no sólo un embarazo sino alguna enfermedad de transmisión sexual. También se da la característica de que estas jovencitas, se embarazan desde los 12 años y, un dato entre curioso y preocupante: los padres son hombres que les llevan más de 10 años de diferencia como es el caso de Esmeralda cuya pareja es 8 años mayor que ella; otros casos son más dramáticos: jovencitas de 16 y compañeros de cuarenta años.

Esmeralda nos cuenta que al mes que conoció a su novio se embarazó y lo primero que hizo fue escaparse de su casa con él pero la madre lo denunció y hasta la cárcel fue a dar el ahora padre de su hija. Ella sólo quería huir o morir para evitar de todo el problema, pero la realidad ahí estaba, esperándole… La mayoría de los casos donde las menores se embarazan son de forma involuntaria, es decir, al desconocer métodos anticonceptivos y las consecuencias de relaciones sexuales sin protección, de repente se encontraron con que esperaban un hijo; de acuerdo a la especialista, esta situación les causa un problema psicológico muy fuerte pues su autoestima llega a niveles muy bajos “la frustración de truncar los estudios y lo confrontación de aceptar y tener que trabajar para mantener a un bebé resulta un golpe a su futuro”.

Si bien hay avances pues las instituciones de asistencia para la ayuda a madres adolescentes ya han cambiado (anteriormente sólo se les daba una ayuda económica; hoy día se les capacita laboralmente, se les motiva a terminar sus estudios y se les da terapia de superación personal), las mujeres que viven en zonas rurales son las madres más jóvenes. El Centro de Latino América de la Mujer, realizó una encuesta en 14 países y México arrojó datos interesantes: de 800 mujeres rurales encuestadas el 46% se controla con la píldora, 23% con el condón y el 20% con el DIU.

El inicio sexual se da a partir de los 16 años (con excepción de Quintana Roo porque se comienza a los 12 años) y no utilizan ningún método anticonceptivo. Contrario a lo que sucede entre las mujeres rurales, las féminas de nivel medio económico urbanas comienzan su vida sexual más tardía y el 72 por ciento utiliza la píldora y el condón como método preventivo o el coito interrumpido. No cabe ninguna duda: resulta difícil enfrentar un embarazo en la adolescencia. Además de la jovencita, están involucrados también los padres, y la pareja sí es que hay apoyo.

Las autoridades, en sus distintos niveles, comienzan a tomar medidas de prevención, sin embargo cabe la pregunta ¿por qué este fenómeno continúa en forma alarmante y cómo podemos disminuir el problema? Para los doctores Alfredo Ullos Aguirre y Claudia Díaz Olavarrieta del Organo Oficial de la Academia Nacional de Medicina en México, una de las soluciones está en incrementar la oferta de métodos anticonceptivos a la población adolescente en lo general y en promover los derechos sexuales y reproductivos de los adolescentes en particular. La información a nuestros jóvenes es básica, no cerremos los ojos ante el problema pues las consecuencias pueden ser desastrosas.

* Verónica Fajardo Hernández. Licenciada en Ciencias de la Información. Se ha especializado en investigaciones sobre la problemática de la mujer. Ha colaborado en diversos medios de comunicación. Tiene a cargo la Hemeroteca Policial en la Subdirección de Prensa de la Dirección de la Policía Preventiva, Tránsito y Bomberos.

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