Colores y sentidos. El rojo significa pasión, el verde es el color de la esperanza, el azul representa la tristeza
Pero ¿por qué? ¿De dónde surge el significado que atribuimos a los distintos colores? Es una pregunta que se han hecho numerosos pensadores a lo largo de la historia, entre ellos Aristóteles, Leonardo Da Vinci, Isaac Newton y, en particular, Johann Wolfgang von Goethe, el gran escritor alemán, autor de uno de los primeros tratados sobre la cuestión, titulado Teoría de los colores (1810).
Todos ellos –y muchas personas más– hicieron aportes a lo que hoy se conoce como “psicología del color“, que estudia la percepción de las tonalidades y tiene una gran importancia para disciplinas como el diseño, la arquitectura, el cine y la publicidad. Sin embargo, explican los especialistas, es importante destacar que el estudio teórico y empírico sobre el color y su funcionamiento psicológico se encuentra en una etapa muy prematura de su desarrollo.
En general, todo indica que los significados atribuidos a los colores son arbitrarios y dependen de la cultura y el entorno en el que cada persona o sociedad se desarrolla. Por eso, un mismo color puede tener connotaciones muy diferentes en distintos lugares y momentos históricos. Un ejemplo es el del color blanco. En las culturas occidentales, el blanco se asocia con la pureza y la paz, mientras que en Oriente y en África está relacionado con la muerte. Y lo contrario ocurre con el negro.
Otro caso es el del amarillo, que en la actualidad a menudo aparece asociado con la riqueza, la abundancia y el poder, y en consecuencia con la felicidad, quizá por su cercanía con el color del oro. Sin embargo, y tal vez debido a esta misma razón, en la Edad Media su significado era muy negativo: mentira, enfermedad, herejía, codicia o traición, como lo detalla una investigación publicada en la revista Estudios Medievales Hispánicos de la Universidad Autónoma de Madrid.
Influencia del color sobre las emociones
Hay, en cualquier caso, un consenso generalizado acerca de que los colores y los sentidos que se les atribuyen socialmente ejercen una influencia sobre los sentimientos y las emociones humanas. De ahí el interés de disciplinas como las ya mencionadas, que buscan aprovechar las características de cada color para ser más eficaces a la hora de lograr sus objetivos.
Un estudio de la década de 1980 llegó a la conclusión de que los equipos de fútbol americano y de hockey sobre hielo que usaban uniformes negros tenían una conducta más violenta (les pitaban más faltas) que los que vestían de otros colores. Más aún: cuando un equipo pasaba de usar otro color a usar ropa negra, aumentaba también lo agresivo de su comportamiento.
La razón de fondo sería el hecho de que el negro es un color asociado –en nuestra cultura– con la muerte y el mal. Para los investigadores, este influjo se producía de dos maneras. Por un lado, la autopercepción de los jugadores los llevaba a comportarse de manera más violenta; por el otro, los árbitros tenderían a ver en ellos más agresividad.
Trabajos posteriores también analizaron otras maneras en que los colores del entorno afectan el comportamiento. Uno de ellos propuso a varias personas que resolvieran los mismos problemas, pero escritos en papeles de distintos colores: rojos, blancos, azules. Según los investigadores, esas diferencias podían mejorar o empeorar su rendimiento, en función del grado de motivación de los participantes en el experimento.
De todos modos, Andrew J. Elliot –psicólogo de la Universidad de Rochester, Estados Unidos, y autor de una revisión de estudios sobre la cuestión, publicada en 2015– remarcó que, si bien ciertos hallazgos pueden ser prometedores y “provocativos”, conviene “ser pacientes y reconocer con humildad que la psicología del color es un área de investigación única y compleja que apenas comienza a tener importancia”.
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Colores cálidos y colores fríos
Es curioso: en un sentido, se puede afirmar que los colores no existen. Lo que existe es la luz, que genera diferentes impresiones en los órganos visuales de los seres humanos y otros animales. Esos órganos envían señales al cerebro y es allí donde se genera la imagen visual y, por ende, el color. Dado este carácter subjetivo del modo en que percibimos los colores, nadie puede tener la certeza de que el azul o el rojo que ve son los mismos azul o rojo que ve alguien más.
Más allá de esa apreciación, existe una distinción fundamental para el uso del color en el arte y el diseño: la que separa los colores cálidos de los fríos. El rojo y el amarillo –con todos sus matices– son los principales colores cálidos, en tanto que el verde y el azul son colores fríos. Esta clasificación data del siglo XVIII, cuando se empezó a utilizar para referirse a los distintos efectos que las pinturas generaban en el espectador.
Se derivan de la experiencia cotidiana: el rojo y el amarillo son los colores del fuego, mientras que el azul recuerda al agua, el mar y el hielo. El verde, por su parte, está cerca del azul en el espectro cromático, por lo cual a veces se afirma que “se dirige” al frío. Esta división entre cálidos y fríos ha tenido diversas aplicaciones en la cultura popular.
Por ejemplo, los grifos de agua caliente suelen tener alguna indicación en rojo y los de agua fría, en azul. Hoy en día, los incontables filtros de Instagram y otras aplicaciones hacen que mucha más gente que antes esté familiarizada con las variaciones y los efectos que las distintas tonalidades ejercen sobre las imágenes.
Significados y efectos de los colores en el cine
Un arte que le ha sacado muchísimo partido a tales posibilidades es el cine. Existe un proceso llamado etalonaje, que consiste en modificar el color para dar a cada secuencia la apariencia deseada. Y es que los realizadores cinematográficos tienen muy claro que los espectadores, sin darse cuenta, son influenciados de forma notable por la paleta de colores de la película.
“El cine, empleando resortes de psicología del color, ha logrado intensificar el alcance emocional de las películas”, explica Lucía Tello, investigadora de la Universidad Internacional de La Rioja, en un artículopublicado en 2018. “Esto se consigue primordialmente –añade– a través de rasgos de calidez o de frialdad cromáticas, un modelo que responde a un patrón emocional que se aplica a las distintas secuencias, obteniendo un tono general acorde con la emoción pretendida”.
“Los científicos de la percepción han observado de largo que los colores están asociados a emociones específicas”, apuntan por su parte investigadores de la Universidad de Yale en un trabajo de 2013. Por ello, “los directores de cine emplean colores cálidos para transmitir emociones positivas, mientras que los tonos muy contrastados y oscuros enfatizan lo lóbrego de los argumentos noir”.
El trabajo de Tello, publicado en la revista ‘Arte, individuo y sociedad’, de la Universidad Complutense de Madrid, destaca que las tonalidades cálidas generan “un ambiente familiar, tranquilo y agradable, que permite que el espectador se sienta como en casa”.
Los colores que además de cálidos son estridentes y saturados generan alegría, cercanía y euforia. Por el contrario, los tonos fríos transmiten “incomodidad, extrañamiento, distancia emocional o incertidumbre”. No es casual, por cierto, que en inglés la palabra blue, que significa azul, también se utilice como sinónimo de tristeza.