La regla del 120 prevé que la inversión en renta fija debe aumentar progresivamente para asegurar que nuestro portafolio sea menos vulnerable frente a las crisis económicas.
Diversificar la cartera es la primera regla de todo inversionista. Desde el más novato al más experto, debemos adquirir diferentes activos con los que proteger el portfolio ante los vaivenes del mercado. Se puede diversificar por industrias, geografías o divisas; pero también al elegir entre renta variable y fija. Es ahí, en la dicotomía ‘variable vs. fija’ donde la regla del 120 entra en juego.
Es una herramienta sencilla de implementar. Simplemente consiste en restar 120 a tu edad y el resultado será el porcentaje del portafolio que debe de estar invertido en productos de renta variable. Del otro lado, la cifra restante debería ser la cantidad dedicada a renta fija.
La idea es que cuánto más joven es un inversor, mayor porcentaje de la cartera ha de tener en productos arriesgados (renta variable) que en activos más conservadores (renta fija).
Y es que, por regla general, la renta variable rinde mejor en el largo plazo, ya que los periodos de contracción hasta ahora han sido ampliamente superados por las épocas expansionistas.
Por hacernos una idea, el IPC de la bolsa de México (renta variable) ha tenido en los últimos 20 años dos periodos de fuertes caídas (el año 2008 y desde 2018 a la actualidad) frente a otros 16 años de grandes subidas. Es más, el IPC se ha revalorizado un 363% desde el 2000 hasta hoy día.
Pero el largo plazo favorece sobre todo a los inversionistas más jóvenes, por lo que debemos ser más conservadores cuánto más mayores somos. Por eso, la regla del 120 prevé que la inversión en renta fija debe aumentar progresivamente para asegurar que nuestro portafolio sea menos vulnerable frente a las crisis económicas cómo la actual provocada por el COVID-19.
Ejemplos de la regla del 120
Veamos algunos ejemplos de cómo implementar esta fórmula.
En una persona de 20 años funciona así: 120 años menos 20 es igual a 100, por lo que en este caso la totalidad de la cartera debería estar en renta variable. En este ejemplo, se trataría de un individuo joven que tiene tiempo para vivir momentos de crisis que serán (en teoría) compensados por periodos de bonanza. Por lo tanto, la regla del 120 desaconseja invertir en renta fija con 20 años.
En el caso de alguien de 40 años, por ejemplo, la situación sería la siguiente: 120 menos 40 nos da 80, por lo tanto el 80% debería estar en renta variable y el 20% que sobra en renta fija. Este caso ilustra cómo el porcentaje del portafolio en renta fija ha de aumentar progresivamente según envejecemos. Con 40 años todavía queda vida por delante, pero hay que empezar a protegerse de la inestabilidad financiera con un colchoncito de renta fija.
Y, en un tercer caso, un individuo de 70 años debería invertir la mitad en renta fija y la otra mitad en variable (120-70=50%). La inversión ‘fija’ suele tener menor rendimiento que la variable, pero es mucho más segura. Es por ello que hay que tener un portafolio bien balanceado en el ocaso de nuestra vida.
Es importante entender que la regla del 120 no es una norma que haya que obedecer. Tan sólo se trata de un mecanismo que nos puede orientar cuando comenzamos a invertir para lograr la mejor diversificación posible. Pero es tan sólo eso, un consejo bastante generalista para manejar nuestros ahorros. Luego ya depende del tipo de inversor que sea cada quien para decidir si quiere ser más o menos arriesgado.
Alto Nivel.