¿Qué falta para innovar en México?

En 1984, Corea del Sur y México compartían un nivel similar de PIB. Le apostó a la educación para innovar. Hoy su PIB es casi el triple que el nuestro 

Por José Escamilla

Un primer obstáculo para innovar es la falta de líderes visionarios y comprometidos. En los últimos tiempos se habla mucho de una crisis de liderazgo y los ejemplos abundan en todo el mundo. Se trata de una crisis global de la cual México no está exento, y sus efectos no se sienten solo en el sector público.

El sector privado y el sector académico también tienen sus ejemplos. Nunca como ahora habían hecho falta líderes, aquellos individuos con la capacidad de guiar a otros individuos, equipos u organizaciones hacia la creación de nuevos niveles de bienestar. Y es que, los líderes que se atreven a explorar y abrir brecha, son los que México necesita inspirar.

¿La mediocridad como costumbre?

Un obstáculo para el desarrollo, es la cultura de la mediocridad que prevalece en el país. De acuerdo a un reporte de S&P Global Ratings, el reto es más político que económico. Según Standard & Poors, “las debilidades institucionales y políticas del país han evitado que se aproveche por completo la estabilidad macroeconómica en años recientes, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y su creciente integración económica internacional”.

¿Qué falta para innovar en México?

Promover la colaboración. Trabajar en equipo

En relación con la cultura de la mediocridad, está un cuarto obstáculo: el de la falta de colaboración. Desde los primeros años de la escuela, los mexicanos no somos entrenados para trabajar en equipo, y ahora que la economía del conocimiento obliga a la colaboración, las organizaciones sufren para echar de la oficina al individualismo.

El “cangrejismo”, o la tendencia que tienen los cangrejos dentro de una cubeta al tratar de salir de ella por sí mismos, obstaculizando al resto e impidiendo la salida de alguno, es un gran obstáculo para innovar.

Está plenamente documentado que la innovación rara vez surge de un solo individuo. Y los más grandes innovadores atestiguan que colaborar es un signo de madurez, indispensable para el proceso creativo.

En palabras de Steven Spielberg: “Cuando eres niño, (para hacer cine) no colaboras; eres tú y tu cámara, dando órdenes a tus amigos. Pero como adulto, se trata de apreciar los talentos de la gente de la que te rodeas y saber que no podrías haber hecho ninguna de tus películas por ti mismo”.

El desarrollo de una cultura de colaboración puede detonarse de muchas formas. Una de ellas es la formación de redes diversas e interdisciplinares en torno a la resolución de retos comunes. Cuando personas de distintos ámbitos se unen con el fin de resolver un mismo problema, se puede crear un ambiente de respeto y aprendizaje continuo que inevitablemente genera innovación.

Una clave para que esto funcione es el establecimiento de reglas simples que regulen a la red de colaboradores. Por ejemplo, algunas organizaciones han incorporado metodologías como design thinking, que regulan la interacción entre los miembros utilizando un mismo marco de referencia que promueve la colaboración y la creatividad.

Cuando esta práctica se extiende fuera de la organización, es cuando tiene más potencial innovador. La co-creación de productos y servicios junto a los clientes o la vinculación con el sector académico son dos ejemplos de lo anterior.

Falta de acceso a educación de calidad

Por último, existe otro obstáculo que nos impide innovar en el país: la falta de acceso a educación de calidad. De acuerdo con el reporte “Gasto público para una educación de calidad”, del Centro de Investigación Económica Presupuestaria (CIEP), mientras que la educación básica está alcanzando una cobertura universal y progresiva, en la educación media superior y superior la cobertura es baja y no equitativa.

Los niveles de deserción en la secundaria, la preparatoria y la licenciatura son altos. De acuerdo con datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), deserta el 20% de los estudiantes que ingresan a la secundaria, el 36% de los que ingresan a bachillerato y el 29% de los que ingresan a licenciatura. De cada 100 estudiantes que ingresan a la primaria, solo 22 egresan de licenciatura.

Este problema se intensifica en los sectores más vulnerables de la población. Datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2014 revelan que en educación media superior el 39.2% de los jóvenes que pertenecen a la población más pobre no recibió educación, mientras que el 79.2% de los jóvenes de entre 18 y 22 años más pobres no participa en la educación superior.

Para los jóvenes que pertenecen a la población con mayores ingresos estos datos se reducen, pues solo el 6.6% y 31% no tuvo acceso al Sistema Educativo Nacional. Para concluir, hay que resaltar que la innovación ha pasado de ser un objetivo deseable a ser un requisito indispensable para lograr bienestar en los países.

Aunque los obstáculos mencionados arriba no son los únicos que dificultan la producción de conocimiento y la creación de valor en una sociedad como la mexicana, podemos decir que son aspectos muy relevantes. Necesitamos sembrar en las nuevas generaciones el deseo de cambiar las cosas desde la raíz. Convencerse de que es posible aspirar a ser una sociedad que cambie la queja por la propuesta, el cinismo por el compromiso y la apatía por la ambición de superarse. 

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