La inteligencia emocional no es negar tus emociones, sino manejarlas correcta y oportunamente. Manejar adecuadamente sus emociones es clave para todo tipo de líderes.
Haciendo referencia a la frase del célebre filósofo griego Aristóteles, contamos con inteligencia emocional cuando nos enojamos en el momento correcto, con la persona correcta, por el motivo correcto y en la intensidad correcta.
Lo cierto es que el problema no radica en vivir las emociones sino en no administrarlas apropiadamente. Ya en una definición más actualizada, la inteligencia emocional consiste en la administración correcta y oportuna de las emociones, y representa la evolución de la inteligencia intelectual.
1. La gente más inteligente no necesariamente es la más feliz
El psicólogo estadounidense Daniel Goleman realizó un estudio de las personas con un IQ muy alto, suponiendo que estas personas, al tener esta condición, tendrían que ser más exitosas y más felices pero, tras el estudio realizado, se dio cuenta de que la gente más inteligente no necesariamente es la más feliz ni la más exitosa.
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Y llegó a la conclusión de que las personas que administraban adecuadamente su estado emocional eran las personas que tenían mayores posibilidades para lograr recompensas tanto en el mundo externo (el éxito), como en el mundo interno, que tiene que ver con la calidad de relacionamiento que tenemos con otro ser humano, o sea, la felicidad.
2. Lo que te vincula a la inteligencia emocional en tu día a día
- Conocer tus propias emociones. Normalmente, tendemos a no identificar nuestros estados emocionales
- Conocer las emociones del otro
- Identificar claramente tus detonadores, ya que mis detonadores y los tuyos probablemente no sean iguales y ni siquiera se parezcan; de ahí que los problemas que podemos llegar a tener con otro ser humano sean complejos porque tal vez lo que a ti te hace enojar a mi no me incomoda y viceversa.
En este sentido, la empatía juega un papel muy importante, lo cual consiste en entender las emociones que vive la persona que tienes en frente. Se trata de manejar adecuadamente tanto tus emociones como las emociones del otro, lo cual beneficia a ambas partes e impacta positivamente en una compañía, haciendo referencia al terreno laboral.
3. Identifica la inteligencia emocional en ti y en los demás
Como bien decía Goleman, en esta era, los seres humanos somos analfabetos emocionales porque ni siquiera identificamos nuestra propias emociones básicas: el miedo, la alegría, la tristeza, el enojo y el amor. Debes hacer conscientes primeramente las emociones para, posteriormente, identificarlas en ti.
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Es muy común que nos digan “¡pero no te enojes!” y contestemos “yo, ¿enojado? No estoy enojado”. Todos saben que estás enojado, menos tú, porque no puedes identificar en ti mismo tus propias emociones; vives en un estado de desequilibrio al negar tu propia emoción.
Si, al contrario, tienes la capacidad de decir “Sí, la verdad, me enojé” o “Sí, la verdad, tengo miedo de…” o “estoy triste porque…”, demuestras tu inteligencia emocional. No obstante, lo cierto es que algunas de las emociones las asociamos frecuentemente con un tema de debilidad: “tienes miedo porque eres cobarde” lo cual no es verdad. Valiente es el que actúa en presencia del miedo, a eso se le llama valor. Si no tienes miedo el valor no tiene sentido.
4. “Los hombres no lloran”, “El que se enoja pierde”
Tenemos frases arraigadas como “los hombres no lloran”, “el que se enoja pierde” y muchas más que provocan que neguemos, ya desde niños, nuestras emociones.
Si nos enojamos, sentimos que somos unos perdedores; en este sentido, existe un condicionamiento social que nos aleja de la vivencia autentica de la emoción, evitando transmitir que estamos enojados, tristes, preocupados, decepcionados. Y es importante reconocer que, a pesar de que transmitir tus emociones te vulnera de alguna manera ya que estás diciendo la verdad a la otra persona, no te debilita. Por lo que el primer paso para desarrollar la inteligencia emocional tiene que ver fundamentalmente con identificar tus emociones y se trata de un proceso continuo en todas las facetas de la vida.
Además, las emociones que sentimos tienen, igualmente, una reacción fisiológica clara en nosotros. Aunque no queramos reconocer, por ejemplo, nuestro enojo, lo cierto es que mostramos reacciones fisiológicas: nos ponemos rojos de la cara, nos ponemos a sudar, a salivar, nos empieza a temblar un músculo de manera involuntaria, empezamos a tartamudear o mostramos otros comportamientos como, alzar la voz, manotear, o sentir el impulso de querer abalanzarte sobre alguien.
Todas estas reacciones en combinación nos permiten hacer un diagnóstico de nuestras emociones, de lo que estamos sintiendo y poder identificarlo. Además, muchas de las emociones, al no saber cómo canalizarlas, se somatizan y se convierten en colitis, jaquecas, etc.
Una persona con inteligencia emocional es una persona serena, que puede decir que está enojado, que puede adaptar su enojo, lo puede administrar y actuar en consecuencia.
5. No hay emociones positivas y negativas
La gente tiende a clasificar las emociones como positivas y negativas. “El amor es una emoción positiva y el enojo es una emoción negativa”. Eso no es verdad.
El amor es una emoción que te vincula con otro y el enojo es una emoción que te permite poner límites, por lo que enojarse está bien: si yo no sé enojarme, no voy a poner límites en las relaciones con las personas que me rodean; si pasamos por alto las actitudes que no nos gustan y nos hacen enojar, se van a volver a repetir.
Ahora bien, las personas que no canalizan su emoción no son inteligentes emocionalmente aunque socialmente sean muy bien aceptados. Me refiero a contextos en los cuales decimos: “qué lindo, no dijo nada. Él/ella no se enoja”. Esas personas no son inteligentes emocionalmente porque no saben sacar esa emoción de una forma apropiada. Asimismo, tampoco lo son las personas que se enojan y gritan. Una persona inteligente emocionalmente te sabe decir que está molesta pero no te va a descalificar, ni te va a humillar, ni te va a faltar al respeto.
En este sentido, la moderación es una de las características que perfila a una persona emocionalmente inteligente; una persona que sabe que hay cosas que catapultan su emoción, a eso se le llama detonadores; estímulos que nos hacen reaccionar frente a algo. Todos tenemos nuestros detonadores, es decir reacciones exacerbadas frente a diferentes situaciones que nos llevan a actuar de manera irracional, como puede ser, por ejemplo, la impuntualidad. Pero si ya, de antemano, tenemos detectados cuáles son nuestros detonadores y los sabemos manejar, tendremos una mejor relación con nosotros mismos y nuestro entorno.
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6. Lo que ganas si eres inteligente emocionalmente
- Una mejor relación contigo mismo; te conoces mejor, te entiendes mejor
- Una mejor relación con tu entorno; “fluyes” mejor con la gente que te rodea; conectas y convives mejor con los demás
- Mayor posibilidad de ser una persona exitosa, de lograr lo que quieres en la vida, porque no te autosaboteas
El líder con inteligencia emocional
Un líder con una pobre inteligencia emocional, es una persona perturbada que altera permanentemente a su grupo, mismo que vive un nivel de estrés, inclusive, superior, ya que le tiene miedo a su jefe, están alterados, lo que provoca que los resultados esperados se entorpezcan. Sin embargo, un líder inteligente emocionalmente genera un entorno de armonía, crea un entorno organizacional sano para trabajar que facilita la generación de resultados.
La inteligencia emocional no es sinónimo de ausencia de emociones. En un entorno efectivo de trabajo, las personas sienten estrés y el estrés es sano porque te mueve, te empuja, te lleva a la eficiencia. No obstante, existe un tipo de estrés que nada más intoxica. De hecho, los expertos en el mundo laboral hablan de dos tipos de estrés: el Euestrés y el estrés.
El euestrés es un estrés sano. Si lo vemos desde la metáfora de la cuerda de una guitarra, para que la guitarra suene tiene que estar tensa: sin tensión la cuerda no suena, pero si tensas de más, revientas la cuerda. En este sentido, un líder emocionalmente inteligente crea un entono de tensión entre sus colaboradores porque tienen que lograr resultados pero no hasta el punto de que se vuelva disfuncional porque lo revienta. Se trata de un balance casi artístico: estresar pero no intoxicar. Asimismo, el líder que dice “Yo al trabajo no vengo a hacer amigos, vengo a negar mis emociones aunque sienta admiración por alguien”, lo que logra son enemigos.
Considero que existe actualmente una necesidad muy importante de empezar a adoctrinar a la gente en estas competencias porque hacen un cambio importantísimo en el clima laboral y en los resultados de negocio e una compañía.
Alto Nivel.