Si bien el asesinato de George Floyd y las protestas masivas que siguieron en los Estados Unidos llevaron a un reconocimiento del racismo institucional en los medios, en Europa nada parece cambiar
La semana pasada, la emisora alemana ARD organizó un panel de expertos compuesta solamente por hombres blancos para discutir el racismo y la violencia policial, incluido un columnista conocido por comentarioscomo “Corona-miedo: ¿soy racista si no quiero sentarme al lado de un chino en el metro?”. En Dinamarca, una política de castigo para las personas que viven en los así llamados “guetos” de inmigrantes tiene más coberturaen el extranjero que en el resto de Europa.
El papel de los medios implica examinar a la sociedad y examinarse a sí mismos, también cuando se trata de desigualdad y discriminación. ¿Por qué los medios europeos no han estado a la altura de este desafío?
Falta de transparencia
Al igual que se hizo pública la cultura de la misoginia en las redacciones durante el movimiento #MeToo, el racismo hacia los periodistas negros, indígenas y de otras etnias ha expulsado a muchas personas de la profesión. Un estudio realizado en Inglaterra en 2016 mostró que la industria de noticias en ese país era 94% blanca, mientras que, si bien donde el 25% de las personas tiene al menos un padre migrante en Alemania, eso solo es válido para el 6% de los editores, según un estudio de 2020 de Neue Deutsche Mediamacher.
“Durante demasiados años, he tenido demasiadas conversaciones con personas que dicen que sus carreras fueron arruinadas o reducidas por el racismo en los medios de comunicación de este país”, dice la periodista británica Marvarine Cole, premiada realizadora del documental de radio de la BBC “Black Girls Don’t Cry” y directora de periodismo en la Birmingham City University. “Hay historias horribles en el ámbito periodístico y televisivo”.
Por ejemplo, en Bélgica, la periodista Cécile Djunga se hizo viral en un video en el que hablaba del racismo que padecía al ser una de las pocas voces negras en los medios del país. El año pasado en Alemania, empleados de la emisora estatal Deutsche Welle denunciaron una cultura de racismo y acoso en la redacción. DW negó las afirmaciones, lo que, para Cole, sugiere una falta de transparencia y reconocimiento del problema por parte de los medios.
“Muchas de estas organizaciones esconden a los acosadores”, dice. “Sé de casos en los que han sido trasladados a otra parte del país y continúan trabajando. Y no son castigados en absoluto”.
En un terreno en el que los empleos son escasos y numerosas personas trabajan en contratos temporales, es arriesgado perder trabajos o tareas por denunciar casos de discriminación.
Elección de palabras
La ausencia de consecuencias al comportamiento racista que ocurre detrás de escena, y la falta de personas de color en posiciones de poder, se refleja en una prensa que repite con frecuencia estereotipos racistas y deshumanizantes, o que no tiene en cuenta el contexto histórico.
“Los medios no denuncian el racismo institucional”, dice Miriam Aced, subdirectora del Centro de Justicia Interseccional de Berlín. “El racismo se entiende como algo que la persona A hace a la persona B intencionalmente y con mala voluntad. No se comprende el hecho de que el racismo es estructural, histórico e institucional.
Pero los prejuicios raciales, la violencia policial y los crímenes de odio continúan siendo problemas importantes en muchos países europeos. En Francia, por ejemplo, un nuevo informe de Human Rights Watch documenta de qué manera los jóvenes negros y árabes son objeto de frecuentes abusos policiales, y en toda Europa la pandemia de COVID-19 ha expuesto el racismo generalizado y el acoso selectivo por parte de la policía en al menos 12 estados europeos, según un nuevo informe de Amnistía Internacional.
“El discurso que vemos es que el racismo es algo que sucedió en el pasado que fue un evento estático como el colonialismo, el Holocausto o la trata de esclavos, pero no se entiende que tenga continuidad”, dice Aced.
Los medios no solo dejan de lado el contexto histórico, sino que el lenguaje que usan tiene consecuencias importantes en la percepción del público de los eventos actuales, como la crisis de refugiados, que llegó a un punto crítico en 2015. “Muchos de los medios, particularmente en 2015 pero incluso hasta el día de hoy, en su cobertura y en las fotos y el lenguaje que usan, tal vez inconscientemente, han alimentado un discurso de invasión y miedo”, dice Judith Sunderland, subdirectora en Milán para Europa y Asia Central de Human Rights Watch.
Ella agrega que el uso indebido del lenguaje como “inmigrantes ilegales” para describir a las personas que buscan asilo, así como un retrato de las personas que emigran como con valores culturales muy diferentes, ha generado una cobertura que explica la migración como un escenario de emergencia amenazante, en lugar de un fenómeno cotidiano que ha estado sucediendo en Europa durante cientos de años.
Los activistas han dudado en señalar que el discurso mediático sobre la migración es racista por temor a que esa palabra pueda hacer que las personas del medio político se desconecten del tema o incluso viren hacia la derecha.
“Ahora el debate se ha abierto de par en par”, dice Sunderland sobre las protestas generalizadas contra la brutalidad policial en los Estados Unidos y el inicio de un debate sobre el racismo en redacciones de todo el mundo. Hace poco publicó un artículo que compara las muertes en el Mediterráneo con las muertes por violencia policial en los Estados Unidos.
Creación de nuevos espacios
La industria periodística en Europa tiene mucho trabajo por hacer para crear salas de redacción y coberturas más inclusivas, pero no todos los periodistas están dispuestos a esperar para solucionar estos problemas.
“Lo bueno es que algunas personas que han trabajado en determinados medios y han sido expulsadas o no tienen una gran experiencia están creando sus propios espacios digitales, como Gal Dem, Black Ballad y Melanmag“, cuenta Cole. “Son voces jóvenes, vibrantes e interesantes que pensaron en ofrecer soluciones por su cuenta.
“Ya no podemos esperar a que estas instituciones hablen por nosotros, tenemos que contar nuestras historias nosotros mismos”, agrega Aced.
Pero tales proyectos requieren recursos y fondos para su culminación; fondos que a menudo solo se tienen en medios grandes. Muchos de los mayores subsidios para proyectos se destinan a publicaciones ya establecidas con un historial probado, aunque eso podría estar cambiando. Una mirada a quienes recibieron subsidios del Fondo de Innovación de Noticias Digitales de Google muestra nombres bien establecidos como Der Spiegel, de Volkskrant e Il Sole 24 Ore, pero también hay fondos para prototipos que prueban nuevos modelos. Sin embargo, para contar con el conocimiento y las habilidades para solicitar y recibir dichas subvenciones, es bastante útil tener una experiencia de renombre, y una red.
Sea para conseguir dinero para financiar un nuevo proyecto periodístico, para hacer una investigación o ser publicado en un gran periódico, las personas que toman decisiones son en su mayoría blancas y buscan periodistas que ya se hayan insertado en redes de renombre, compuestas en su mayoría por periodistas blancos. Puede ser muy difícil para los recién llegados entrar, y mucho más cuando la discriminación juega un papel.
Para crear un campo de juego parejo, la élite mediática de Europa debe dar un paso atrás y considerar la manera en que el racismo institucional, tanto en la sociedad como en las redacciones, ha dado forma a las historias que se cuentan, a cómo se cuentan y en quién se confía para contarlas.
Por: Christina Lee, ijnet
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